
“Diariamente los venezolanos nos
levantamos temprano con ganas de echarle pichón”. La típica frase cliché y
alentadora de todo comercial televisivo, o la unión de palabras que algunos
usan para referirse al inicio de la acostumbrada jornada. Cuando el sol empieza
a iluminar, las ciudades se encuentran en un prematuro bullir que antes solo refería
las constantes y monótonas acciones del acontecer colectivo, ir a clases,
trabajar, desayunar, trotar, caminar por la acera, saludar al vecino, pasear al
perro, dirigirse a la consulta, llegar tarde a la consulta, dormir, o hasta
hablar de béisbol; este último tema ha quedado de lado desde que en Venezuela
la gente se percató que las cosas no iban nada bien como para estar pensando en
idiosincrasias.
La atmósfera que se respira es de
tensión y el único asunto en boga es la
situación económica, los precios, las largas colas por la escasez o cuando se
está en un supermercado la expectativa de la apertura de cajas con productos
que ya no se ven y con que las multitudes de compradores se apuran y empujan
como hordas desenfrenadas para poder obtener algo que les pueda saciar su
carencia, o bien sentirse poderosos al poseer lo que muchos no consiguen. No se
necesitaba una bola de cristal para predecir que esto ocurriría, una historia
repetida incontables veces en todo el mundo,
pero ahora con un brebaje distinto.
Ya las mañanas no son de placer o
alegría, por ejemplo hoy; y disculpen amigos lectores por no comenzar hablando
del tema central, la situación de los huevos, un alimento común y de fácil
acceso, que desde hace un tiempo se ha venido en alza, como todo y como parte
de una galopante inflación que para algunos economistas cerrará este año en un
300%. Hasta ayer, un cartón de 32 huevos de gallina mantenía un precio libre y
real de 1200 bsf, a diferencia de hace un año cuando su valor se ubicaba entre
los 200bsf.
Pero extrañamente el producto del que
hablo sufrió algo que yo llamaría “devaluación intencional”, escudada en el
criterio de los precios justos. No es la primera vez que pasa, otros 200 artículos se
encuentran subsidiados o bien “regulados”, y así mismo también han desaparecido
de cualquier estantería o anaquel de la república. El vicepresidente de Venezuela Jorge
Arreaza anunció que el cartón de huevos de 30 unidades deberá tener un costo
que no supere los 420 bolívares. Además, señaló que la docena de este alimento
debe tener un precio de 198 bolívares, dijo que este es el único monto y nadie
lo puede modificar.
Tanto fue el revuelo al respecto, que
mágicamente los huevos de gallina ya no se consiguen, o bien, los venezolanos
se levantaron bien temprano para arrasar con los pocos que yacían en venta.
El tema de los precios no tiene nada
que ver con supuestos complots de empresarios ni intentos golpistas organizados
por potencias extranjeras. Es, simplemente, un problema de economía básica.
Ya deberíamos saber que cuando existe
regulación de un producto y dentro de una situación tan inestable, obviamente
empieza el desabastecimiento. Las góndolas de los supermercados comienzan a
vaciarse, se inicia la escasez y la gente acapara todo lo que puede.
Para intentar frenar el problema, se
empieza a racionar la venta de los insumos esenciales y hacerlo no es nada
fácil, esto obliga a desviar mucho personal a la tarea y finalmente de manera inevitable se presta para todo tipo
de arbitrariedades, amiguismos y actos de corrupción.
Pero como todos estos productos son tan
escasos, solo pocos tienen acceso o corren con la suerte de conseguirlos,
muchos ni los necesitan y se forma un
“mercado negro”, que vende informalmente y a precios mucho más altos de los
fijados. Así, empieza a existir una inflación
“oficial” que según el Banco Central de Venezuela es de 60%, y una inflación
“real” que considera los precios del mercado negro, como dije anteriormente
ubicada en un 300%. Y bueno en cualquier caso, la inflación empieza a escaparse
de las manos.
Es por eso que ahora hasta los huevos
se irán de viaje, y quizás no vuelvan en mucho tiempo. No quiero imaginarme la
lucha que emprenderán los venezolanos con tal de conseguirlos, y cuidado vienen
dañados, aquí no hay derecho a réplica, eso se acabó hace mucho. Hoy amanecimos
sin huevos, mañana comienza la campaña y no se sorprendan si empiezan a
regalarles insumos o comienzan a aparecer las cosas, todo forma parte de un
espejismo. Busquen un calendario, pónganse a contar los días de aquí al 6D, y
como dicen los cantos en las gradas de fútbol “¡Pongan huevos!”.
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