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jueves, 24 de diciembre de 2015

¿De dónde viene la costumbre de estrenar en noche buena?

Desde pequeños nos acuñaron la ilusión de usar algo nuevo para diciembre
La conmemoración de la Navidad es quizá el hecho más importante en el cristianismo. Una fecha en la que por tradición se recuerda en familia el “nacimiento” de Jesús y se aprovecha también para hacer balances y promesas que muchas veces se quedan sin cumplir. Pero con el paso del tiempo, la fecha que hoy se conmemora ha perdido su carácter religioso, o en parte así lo creo, todo aquello que dio origen a esta celebración es comercialmente cada vez más aprovechada, aquí y en cualquier parte del mundo.
Quizá antes de nacer ya tenía seleccionado dentro del ropero que debía ponerme para tan “importante” fecha, hace un tiempo me preguntaba en que época o de qué manera surgió esta tradición, porque siendo sincero, (posiblemente con esto rompa muchos corazones ilusionados con la idea) esa costumbre de estar estrenando ropa no es para nada extranjera, y mucho menos en ningún otro país se vive de manera tan ferviente y casi inquebrantable como en Venezuela.

Siempre es bueno saber de dónde venimos y porqué hacemos ciertas cosas, por ello conseguí la explicación más cercana a la realidad para tal situación. Obviamente esta tradición surge como consecuencia de los cambios económicos ocurridos a partir de la segunda década del siglo XX, posiblemente antes, cuando en Venezuela comenzó el llamado éxodo del campesinado a las ciudades.

Ya las ciudades y pueblos petroleros no tienen el mismo atractivo que tenían hace tiempo, pero entre la década de los 40’ y 60’ la influencia fue tal que gran parte de la población civil migró hacia las ciudades que contaban con industrias recién instauradas, y que daban un aire de superación y oportunidad de crecimiento para todos aquellos que vivían escasez y penuria en el interior del país. Las familias comenzaron a dividirse, los más jóvenes se aventuraban con la esperanza de conseguir algo mejor. En efecto muchos al principio tuvieron éxito, y aquellos que no contaron con mucha suerte, igual se mantuvieron para no decepcionar a sus familias. Es por ello que cuando iban de visita a sus poblaciones era común escuchar historias maravillosas de la ciudad, esto motivaba a algunos que luego preferían también adentrarse a aquel mundo con ayuda de sus coterráneos. Obviamente para tener éxito lejos de casa muchos eran los sacrificios que debían hacerse, se perdían los cumpleaños y celebraciones importantes. Cada vez se estaba más alejado del círculo que los había visto nacer.

La navidad era la única época para el reencuentro, al regresar a sus pueblos los nuevos citadinos llegaban cargados de regalos y ropas para sus amigos y seres queridos. Era una manera de demostrarles el aprecio y de la misma forma hacer ver que les estaba yendo de maravilla, el alarde, cualidad muy característica en Venezuela.
Estos pueblos netamente religiosos mantenían la misma tradición del pesebre y la reunión familiar para el 24 y 31, como también eran lugares dónde abundaba el aguardiente las celebraciones solían ser más subidas de tono. Entonces exactamente esos días eran la fecha central y propicia para demostrar que aquellos pueblerinos eran tan sofisticados como sus coterráneos “citadinos”, y que mejor manera que colocándose sus mejores prendas, o bien aquellas que les habían traído con tanto afán desde la ciudad.

Este fue solo el principio de una tradición que se enquistaría entre generaciones. Otro hecho para nada aislado y que ha logrado mantener vivo el modus operandi de los venezolanos es el llamado aguinaldo, o bono navideño, que surge como medida netamente populista de los gobiernos; poseer el triple del salario, en algunos casos hasta más, motivaba a muchos a comprarse todo aquello que habían deseado durante todo el año. También a finales de los 60’ y prácticamente toda la década del 70’ se atravesó por una bonanza petrolera que permitió a varios miembros de la clase media viajar y comprar cuanta prenda se les atravesó, circunstancia que propició aún más el afianzamiento de esta tradición.

Me gusta pensar que esto fue producto de un inminente desarrollo, y a modo de dato les cuento que las generaciones pasadas solían entregar regalos a los niños en fecha de reyes, el 06 de enero, tradición adquirida de la cultura hispana, pero quien sabe si nuestra mentalidad republicana (no nos gustan los reyes) junto a las influencias del San Nicolás que trae los regalos en nochebuena en Europa y Estado Unidos, generó una mezcla maravillosa: Ahora los niños despiertan el 25 rodeados de juguetes traídos por el supuesto Niño Jesús. La verdad es que esta tradición es una cosa reciente; principios del siglo XX que coincide con las influencias anglosajonas.

El Santa Claus del norte y Europa forma parte de una evolución cultural
Finalmente muchos criticarán la transculturización de esta época en Venezuela; en realidad pienso que adoptar al San Nicolás, al árbol y otras tradiciones del norte se demuestra el carácter mestizo e integrador de nuevas costumbres. Lo auténticamente iberoamericano es esto, y si todo ello lleva a vivir las navidades con mayor alegría pues magnífico. El principal referente venezolano es el plato navideño: acompañado de la hallaca (fruto de la mezcla entre los indígenas, africanos y europeos). Con esto puedo aseverar que somos producto de la aceptación de influencias extranjeras, sin embargo, el estrenar ropa en navidad se convirtió en parte de nuestro folclor por influencia propia, no es carácter de ninguna aceptación transcultural, salvo y quizás un poco, el ámbito de lo económico. Nada cuesta aceptar que somos un pueblo de identidades extraviadas, pero nunca de idiosincrasias ajenas.

Durante estos tiempos de crisis, sin duda la peor de nuestra historia moderna, aunque las compras ya no sean las mismas de épocas pasadas, veo distante el momento en el que el venezolano renuncie al sentir de sus tradiciones, de resto lo que les queda es disfrutar de su navidad, año nuevo y demás celebraciones. Y los que ya no vivimos de eso, y sentimos otras necesidades como vitales, nos toca vivir de verdad.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Amaneciste de huevo Venezuela

A lo largo del tiempo he podido observar cómo la gente de por estos lados trata de sortear todas aquellas situaciones que puedan generar desagrado, de manera optimista consiguen salir adelante, aunque en su mayoría solo se llenen la mente de ilusiones e historias que idílicamente se harán realidad.

Diariamente los venezolanos nos levantamos temprano con ganas de echarle pichón”. La típica frase cliché y alentadora de todo comercial televisivo, o la unión de palabras que algunos usan para referirse al inicio de la acostumbrada jornada. Cuando el sol empieza a iluminar, las ciudades se encuentran en un prematuro bullir que antes solo refería las constantes y monótonas acciones del acontecer colectivo, ir a clases, trabajar, desayunar, trotar, caminar por la acera, saludar al vecino, pasear al perro, dirigirse a la consulta, llegar tarde a la consulta, dormir, o hasta hablar de béisbol; este último tema ha quedado de lado desde que en Venezuela la gente se percató que las cosas no iban nada bien como para estar pensando en idiosincrasias.

La atmósfera que se respira es de tensión y el  único asunto en boga es la situación económica, los precios, las largas colas por la escasez o cuando se está en un supermercado la expectativa de la apertura de cajas con productos que ya no se ven y con que las multitudes de compradores se apuran y empujan como hordas desenfrenadas para poder obtener algo que les pueda saciar su carencia, o bien sentirse poderosos al poseer lo que muchos no consiguen. No se necesitaba una bola de cristal para predecir que esto ocurriría, una historia repetida incontables veces en todo el mundo,  pero ahora con un brebaje distinto.

Ya las mañanas no son de placer o alegría, por ejemplo hoy; y disculpen amigos lectores por no comenzar hablando del tema central, la situación de los huevos, un alimento común y de fácil acceso, que desde hace un tiempo se ha venido en alza, como todo y como parte de una galopante inflación que para algunos economistas cerrará este año en un 300%. Hasta ayer, un cartón de 32 huevos de gallina mantenía un precio libre y real de 1200 bsf, a diferencia de hace un año cuando su valor se ubicaba entre los 200bsf.

Pero extrañamente el producto del que hablo sufrió algo que yo llamaría “devaluación intencional”, escudada en el criterio de los precios justos. No es la primera  vez que pasa, otros 200 artículos se encuentran subsidiados o bien “regulados”, y así mismo también han desaparecido de cualquier estantería o anaquel de la república. El vicepresidente de Venezuela Jorge Arreaza anunció que el cartón de huevos de 30 unidades deberá tener un costo que no supere los 420 bolívares. Además, señaló que la docena de este alimento debe tener un precio de 198 bolívares, dijo que este es el único monto y nadie lo puede modificar.

Tanto fue el revuelo al respecto, que mágicamente los huevos de gallina ya no se consiguen, o bien, los venezolanos se levantaron bien temprano para arrasar con los pocos que yacían en venta.

El tema de los precios no tiene nada que ver con supuestos complots de empresarios ni intentos golpistas organizados por potencias extranjeras. Es, simplemente, un problema de economía básica.

Ya deberíamos saber que cuando existe regulación de un producto y dentro de una situación tan inestable, obviamente empieza el desabastecimiento. Las góndolas de los supermercados comienzan a vaciarse, se inicia la escasez y la gente acapara todo lo que puede.

Para intentar frenar el problema, se empieza a racionar la venta de los insumos esenciales y hacerlo no es nada fácil, esto obliga a desviar mucho personal a la tarea y finalmente  de manera inevitable se presta para todo tipo de arbitrariedades, amiguismos y actos de corrupción.

Pero como todos estos productos son tan escasos, solo pocos tienen acceso o corren con la suerte de conseguirlos, muchos ni los necesitan y se forma  un “mercado negro”, que vende informalmente y a precios mucho más altos de los fijados. Así, empieza a existir una inflación “oficial” que según el Banco Central de Venezuela es de 60%, y una inflación “real” que considera los precios del mercado negro, como dije anteriormente ubicada en un 300%. Y bueno en cualquier caso, la inflación empieza a escaparse de las manos.

Es por eso que ahora hasta los huevos se irán de viaje, y quizás no vuelvan en mucho tiempo. No quiero imaginarme la lucha que emprenderán los venezolanos con tal de conseguirlos, y cuidado vienen dañados, aquí no hay derecho a réplica, eso se acabó hace mucho. Hoy amanecimos sin huevos, mañana comienza la campaña y no se sorprendan si empiezan a regalarles insumos o comienzan a aparecer las cosas, todo forma parte de un espejismo. Busquen un calendario, pónganse a contar los días de aquí al 6D, y como dicen los cantos en las gradas de fútbol “¡Pongan huevos!”.