Ella llevaba un
sencillo pantalón azul y unos pequeños botines que hacían juego con su oscuro
abrigo, en su mano derecha un anillo adornado con una lisa y brillante piedra gris, y en su cuello un collar con la figura de un gato. Su cabello natural y castaño ondeaba al ritmo de su paso; en ese
momento pensé: ¡Wao!, hasta corriendo se ve bella.
Habían pasado 30
minutos de espera. Mientras ella me explicaba los pormenores de su tardía
entrada; yo solo me perdía entre el café de sus ojos y el suave hechizo de su
hermosa voz.
Ni yo mismo podía creer que ella estaba allí frente a mí, me parecía un
sueño, de solo pensar que hace varias semanas ni siquiera volteaba a verme
cuando la veía pasar, y mi corazón sonaba como un trueno cada vez que me respondía
un simple saludo de cortesía.
Ambos conversamos de
nuestras vidas e incluso de nuestros sueños y hazañas del pasado. Recordamos
uno a uno los detalles que nos llevaron a estar ahí, desde el primer día en que
le obsequié un chocolate, hasta el resto de situaciones encubiertas en las que
trataba de llamar su atención.
El primer día que la vi me encontraba sentado esperando a ser atendido en la oficina donde ella trabaja, es de las típicas sedes administrativas, dónde suenan los teléfonos a cada momento, y donde cada trabajador tiene su propio cubículo encerrado, menos ella por supuesto, ella tenía su propio escritorio cerca de la entrada, puesto que era quien pasaba las llamadas y recibía a cada persona que llegaba al lugar, su imagen denotaba elegancia y educación, de tez blanca, joven y amable. Su reflejo podía verse en el brillante piso. Para evitar incomodar, yo solo observaba el suelo y me deleitaba con el reflejo de su belleza.
Al principio me creí un
loco, ¿qué va a pensar de mí esta muchacha si sabe que la miro tanto?, después
de ese día no pude dejar de verla, no sé si era el destino o una constante casualidad,
pero casi a diario me la conseguía por esos lados.
Y luego de tanta
insistencia, me di cuenta que la belleza no yace solo en lo físico, eso va más
allá de ver a alguien. Aunque conmigo Cupido pinchó desde el primer momento, ella se ha encargado de mantener vivo ese
flechazo, aunque sea por un instante o un largo rato; pienso que las personas
llegan a tu vida por alguna razón posible, con alguna misión en especial. Y de
esta inocente ilusión puedo ver el verdadero reflejo de una mujer hermosa.
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