Esa noche el juego llegó al 9no ining con leve ventaja del equipo que a la postre fue campeón. Aún llevaba en mi mente la derrota de hace un par de años, cuando sorpresivamente cayeron ante su rival de toda la vida.
Mientras lanzaban la pelota al plato, yo iba recordando cada una de las finales y cada una de las campañas, para un total de 11 en las que el fracaso estuvo de su lado. Aquella noche el 11 fue sin duda el número. El Navegantes quedó campeón por onceava vez y eran las 11 de la noche, el juego terminó 11 a 9, poniendo fin a la maldición de los 11 años.
Y hoy, luego de un año me siento tan feliz como aquella noche en la que el Navegantes del Magallanes se tituló, solo que hoy el número cambió a 12. Tan solo 12 años después del día en que me interesé por el béisbol cuando esta franquicia se titulaba por vez número 10 y yo vivía la emoción de seguir a un equipo campeón.
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