Recuerdo
mi primer día de clases en la ULA, me sentía pequeño ante aquel nuevo mundo en
el que comenzaba a navegar, mis únicos amigos eran un lápiz y un cuaderno, cómplices
de mis primeros miedos en el aula y las batallas que debía emprender cada día
para subir a bordo del transporte universitario y llegar a tiempo al salón de
clases.
Ya habían
transcurrido casi 3 años desde aquel primer momento. Eran las 7y20 de la mañana,
y apenas el sol empezaba a resplandecer desde el este de la ciudad, ese día el bus
llegó puntual como siempre, una orda de estudiantes se abalanzó sobre él, en su
interior buscaban desesperados un puesto que ocupar.
Aquel
escenario no se vivía desde hace 3 meses cuando las clases se paralizaron en
casi todas las universidades del país, entonces la Universidad de los Andes en
Trujillo, había suspendido el servicio de transporte estudiantil. Diez días atrás
la Asociación de federaciones de profesores universitarios de Venezuela
(Fapuv), anunció el cese del paro que llevaba meses en boga, por lo tanto las
autoridades de la ULA se pronunciaron a favor de la medida, y en solo una
semana estudiantes y académicos volvían a las aulas.
La
ruta universitaria normalmente tarda entre 30 o 40 minutos en llegar, por lo
general se llena de personas que van sentadas y de pie, mas por las mañanas,
cuando las actividades académicas cobran vida.
Ese día volvía a mi rutina, me sentía feliz y con muchas expectativas, como el primer momento, solo que esta vez venia de unas obligadas vacaciones, que generaron la extensión del año académico para los estudiantes que pensábamos culminar pronto el ciclo actual de materias.
También
habían novedades en el comedor universitario, ya que por esa semana se
modificaría la empresa proveedora de servicio, igualmente el paro también
afectó está área, ya que se presentaron pérdidas económicas por el largo tiempo
en que la universidad estuvo inactiva, y por ello la empresa renunció al contrato
que mantenía con la ULA desde hace años.
Las autoridades se vieron obligadas a solucionar este problema rápidamente, y
en una semana el servicio estaría activo, en manos de un nuevo proveedor.
Ya
de regreso a mi casa iba de nuevo en el bus, la luz del sol está vez se
ocultaba hacia el oeste, sabía que habían sido muchos días en los que miles de
estudiantes nos mantuvimos alejados de las aulas, pero no de la lucha ni del
saber. Con el tiempo asumes un compromiso y las luces nunca se apagan.