Recuerdo
mi primer día de clases en la ULA, me sentía pequeño ante aquel nuevo mundo en
el que comenzaba a navegar, mis únicos amigos eran un lápiz y un cuaderno, cómplices
de mis primeros miedos en el aula y las batallas que debía emprender cada día
para subir a bordo del transporte universitario y llegar a tiempo al salón de
clases.
Ya habían
transcurrido casi 3 años desde aquel primer momento. Eran las 7y20 de la mañana,
y apenas el sol empezaba a resplandecer desde el este de la ciudad, ese día el bus
llegó puntual como siempre, una orda...