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miércoles, 1 de febrero de 2012

Perdido, donde todo comenzó.

Crónica

Allí estaba yo, rodeado por un centenar de árboles gigantes que desde las alturas suspendían largas ramas que llegaban al suelo cubierto por una gruesa capa de hojas y semillas, pude imaginar la cantidad de insectos y bichos que debajo de ella se escondían, el clima era algo húmedo, pensaba en cada paso que daba, no sabía que podía encontrar más allá, y quizás en tan desconocido lugar podía toparme con alguna extraña criatura, mi soledad se disminuyó a los sonidos de los monos tan cercanos que percibía sus heces en el camino, sentía la necesidad de regresar pero sabía que debía continuar, aun sin saber que había más allá.

Por un momento me detuve y pude ver guindando en los árboles una especie de nido que nunca en mi vida imaginé, similar a una hamaca pero totalmente recubierto por un fino hilo marrón claro, supongo servían de hogar a los pájaros que por ahí volaban, también vi una mariposa azul entre las ramas y una verde culebra pasar velozmente, luego conseguí una telaraña, que se prolongaba varios pasos adelante entre los árboles, dando un aspecto tétrico al lugar, no quise mirar ni buscar a su posible inquilina, aceleré el paso y me dieron ganas de gritar, pero pensé ¿aquí quien me va escuchar?. Me encontraba solo, perdido en una selva.

Por cosas del destino me encontré perdido en la Gran Sabana, por falta de ubicación tuve que adentrarme en la oscura selva desde la caliente llanura hasta encontrar algún indicio de población en tan extenso lugar. 

Luego de luchar con mi mente y los miles de mosquitos que me atacaban, pude ver el camino menos complicado, dejaba atrás la densa selva y me adentraba de nuevo a la sabana, a mi lado había una pequeña colina, y en frente una eterna planicie arropada por el sol e interrumpida por los distantes tepuyes, aquel legendario macizo guayanés donde comenzó la creación de la humanidad, el pulmón vegetal del planeta.

Pude haber seguido mi camino ante la sabana, sabía que cerca de los tepuyes estaría una comunidad de indios Pemones, los guardianes del lugar y que por miles de años han habitado la zona; hubo algo que evitó que continuara, descansé por un rato observando la inmensidad de la naturaleza, por razones del destino en ese momento apareció una mariposa, no sé si la misma con la que pasos atrás me había topado, esta era muy parecida y se mecía de manera delicada hasta perderse detrás de la colina. Decidí seguirla, y quedé pasmado ante lo que vi, difícil de explicar todo lo que por mi mente circuló en ese momento, me dije a mi mismo: “¡Mierda!, el paraíso realmente existe”.

Del otro lado de la colina había una cascada que alimentaba una piscina natural, de color azul, rodeada de extrañas flores amarillas y rosadas, por si fuera poco, ya no era una mariposa, eran varias que volaban libremente alrededor de un pequeño arcoíris que se manifestaba por efecto de la luz entre el sol y la caída de agua. Tal y como los cuentos bíblicos recrean el llamado “paraíso”. En poco tiempo pude darme cuenta que no estaba solo, al otro lado, en frente de mi divisé a un niño de aspecto indio y de mirada curiosa, me acerqué a él y momentáneamente pensé si entendería lo que yo le diría, en efecto obviamente hablaba español, pero un español un poco entrecortado y confuso, le pregunté por su mamá, fue lo primero que pensé; hoy en día aun no estoy seguro sobre su respuesta porque realmente no le entendí nada, aunque sí sé que el joven me habló en español.

En la zona vivía una familia Pemon, era un sitio turístico, relativamente cercano a un campamento llamado Kama-Merú, precisamente donde me estaba quedando, sentí que nunca había estado perdido, pensé que lo único que hice fue caminar en círculos por el mismo lugar donde todo comenzó, pero en realidad esos pensamientos en parte no fueron ciertos. 

Todo comenzó cuando con mis amigos decidí visitar un río, ubicado a varios kilómetros arriba del sitio de campamento, al llegar al lugar, este estaba lleno de turistas, tanta gente no me generaba confianza, opte por no estar ahí y caminé por largo rato hacia el este, hasta sentirme solo y extraviado en aquel sol de Abril, sin saber realmente en donde me encontraba, mi única opción fue seguir.

A pesar de la soledad que experimente y todo el susto que viví, nunca llegué a pensar en quedarme perdido, mi experiencia fue una aventura y siempre pensé que mas allá debía haber una salvación, donde comenzó la vida y donde aún quizás haya mucha más vida por descubrir.

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