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lunes, 20 de junio de 2016

Un viaje a través de la amabilidad humana

La amabilidad puede definirse como un acto que resulta caritativo, solidario o afectuoso con otras personas. Por eso engloba diversas actitudes, como la simpatía, la generosidad, la compasión y el altruismo.


En una ocasión me encontraba de aventuras por la Gran Sabana en Venezuela donde entre tantas cosas maravillosas que pude percibir, conseguí una familia de indígenas que me dieron la mano a pesar de sus carencias materiales y monetarias. Una noche llego con dos amigos a un lugar que parecía ser un campamento, unos 20 autos a todo terreno posaban junto a varias tiendas de campaña, toldos, mesas y cualquier artefacto que simulara comodidad. Un escenario bastante estentóreo si tomamos en cuenta la música que parecía venir de todos lados y el sonido de las plantas eléctricas mezclarse entre los niños que jugueteaban con un balón, todo esto daba la impresión  de un carnaval universal en medio de la nada.


La jornada había sido larga, nuestra intención era encontrar la manera de cocinar ya que no teníamos muchas herramientas y sabíamos del peligro de hacer una fogata en aquel inmenso parque nacional, buscamos un sitio cercano en donde no podríamos ser observados, sin embargo uno de los indígenas nos encontró, en ese momento pensamos que se nos vendría algún tipo de regaño, la sorpresa fue que nos invitaron a cocinar junto a ellos. Aquello que vimos como un escenario hostil se convirtió en todo un agasajo y compartir, terminamos conociendo a  David y su familia quienes todos los años reciben a los turistas que visitan la zona, desde aquella ocasión cada vez que estoy por allá procuro visitar a estas personas tan amables en la vida.


Me enfrenté a una situación similar al otro lado del mundo mientras visitaba Alemania; me encontraba específicamente en la ciudad de Weimar, el ambiente era primaveral y la arquitectura del lugar te transportaba muchos años atrás, o bien, parecía un sitio detenido en el tiempo. Conocí a 2 personas de origen africano, Catherine de Zimbabue y Kola de Nigeria, aquella tarde visitamos varios sitios de interés pero los 3 debíamos estar de vuelta en la estación de tren para embarcarnos en destinos diferentes, el problema surgió cuando en mi ticket de abordaje había unas especificaciones especiales las cuales al estar escritas en alemán eran casi imposibles de interpretar por nosotros. El final de esta historia es que obviamente el mensaje fue descifrado, encontramos la manera, en principio era mi problema codificarlo, aunque la situación suene simple involucró la unión de varias personas de distintas nacionalidades en un solo punto. Algo que yo llamo una especia de amabilidad universal.
Es posile encontrar un mundo sin prejuicios y de personalidades más amables
Expresar amabilidad no es tan fácil como se piensa, es un sentimiento que vive de manera espontánea, no precisamente depende de cómo te levantes un día o que tan amable se quiera ser. Es un proceso que surge de una necesidad o situación no planeada. Ante esta breve definición se me viene a la cabeza la ocasión en la que me encontraba en el Aeropuerto Rey Khalid en la ciudad de Riad, capital de Arabia Saudita. Llevaba más de 24 horas entre vuelos y escalas internacionales y debía esperar unas 8 horas más, antes de tomar el avión que me llevaría a mi destino final Jeddah, dentro del mismo país.

En ese momento a pesar de la diferencia horaria y el cansancio del viaje debía encontrar la manera de comunicarme y manifestar que todo iba bien; sin embargo me sorprendió ver que en aquella enorme estructura aeroportuaria el internet no era libre, o bien si lo era, pero para ello necesitabas un móvil local donde recibias una clave especial.


Me puse a meditar en qué hacer con tanto tiempo libre, temía quedarme dormido o perder el vuelo y sinceramente también me daba algo de pavor la gente árabe, por ello, algo tenía que mantenerme despierto. Luego de un rato de cortas caminatas por el lugar se me ocurrió pedir ayuda, eran las 2am y la terminal de los vuelos locales estaba prácticamente vacía, a lo lejos vi que un empleado ponía orden y limpiaba los alrededores; dentro de mi pensé, que va a saber un empleado de limpieza sobre los idiomas. Sin embargo no descarté que este pudiese ayudarme, planeaba mostrarle el mensaje de la red en su lengua original, al menos en árabe él podría entender algo de lo que necesitaba y junto a un incesante juego de mímicas quizá la situación sería solventada.


Mi asombro fue total cuando vi que este podía expresarse en inglés y sin problemas, a pesar de que no sabía ni siquiera dónde quedaba Venezuela, me prestó su colaboración y mediante un móvil consiguió la clave que necesitaba para obtener acceso libre a internet, e incluso más tarde me regaló un sándwich y un poco de té. Sin duda una gran lección de amabilidad que tiró por la borda todos los prejuicios que había tejido hasta el momento.

Ese día y todos los días aprendo que no existen fronteras geográficas ni barreras idiomáticas para demostrar tu integridad y amabilidad, basta con solo observar nuestro alrededor y detectar cientos o miles de personajes que sin ningún tipo de interés prestan su ayuda y muestran un pedazo de lo que son sin importar lo que tengas tu por demostrar, seamos amables y agradecidos con nuestro entorno.

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