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jueves, 12 de noviembre de 2015

Amaneciste de huevo Venezuela

A lo largo del tiempo he podido observar cómo la gente de por estos lados trata de sortear todas aquellas situaciones que puedan generar desagrado, de manera optimista consiguen salir adelante, aunque en su mayoría solo se llenen la mente de ilusiones e historias que idílicamente se harán realidad.

Diariamente los venezolanos nos levantamos temprano con ganas de echarle pichón”. La típica frase cliché y alentadora de todo comercial televisivo, o la unión de palabras que algunos usan para referirse al inicio de la acostumbrada jornada. Cuando el sol empieza a iluminar, las ciudades se encuentran en un prematuro bullir que antes solo refería las constantes y monótonas acciones del acontecer colectivo, ir a clases, trabajar, desayunar, trotar, caminar por la acera, saludar al vecino, pasear al perro, dirigirse a la consulta, llegar tarde a la consulta, dormir, o hasta hablar de béisbol; este último tema ha quedado de lado desde que en Venezuela la gente se percató que las cosas no iban nada bien como para estar pensando en idiosincrasias.

La atmósfera que se respira es de tensión y el  único asunto en boga es la situación económica, los precios, las largas colas por la escasez o cuando se está en un supermercado la expectativa de la apertura de cajas con productos que ya no se ven y con que las multitudes de compradores se apuran y empujan como hordas desenfrenadas para poder obtener algo que les pueda saciar su carencia, o bien sentirse poderosos al poseer lo que muchos no consiguen. No se necesitaba una bola de cristal para predecir que esto ocurriría, una historia repetida incontables veces en todo el mundo,  pero ahora con un brebaje distinto.

Ya las mañanas no son de placer o alegría, por ejemplo hoy; y disculpen amigos lectores por no comenzar hablando del tema central, la situación de los huevos, un alimento común y de fácil acceso, que desde hace un tiempo se ha venido en alza, como todo y como parte de una galopante inflación que para algunos economistas cerrará este año en un 300%. Hasta ayer, un cartón de 32 huevos de gallina mantenía un precio libre y real de 1200 bsf, a diferencia de hace un año cuando su valor se ubicaba entre los 200bsf.

Pero extrañamente el producto del que hablo sufrió algo que yo llamaría “devaluación intencional”, escudada en el criterio de los precios justos. No es la primera  vez que pasa, otros 200 artículos se encuentran subsidiados o bien “regulados”, y así mismo también han desaparecido de cualquier estantería o anaquel de la república. El vicepresidente de Venezuela Jorge Arreaza anunció que el cartón de huevos de 30 unidades deberá tener un costo que no supere los 420 bolívares. Además, señaló que la docena de este alimento debe tener un precio de 198 bolívares, dijo que este es el único monto y nadie lo puede modificar.

Tanto fue el revuelo al respecto, que mágicamente los huevos de gallina ya no se consiguen, o bien, los venezolanos se levantaron bien temprano para arrasar con los pocos que yacían en venta.

El tema de los precios no tiene nada que ver con supuestos complots de empresarios ni intentos golpistas organizados por potencias extranjeras. Es, simplemente, un problema de economía básica.

Ya deberíamos saber que cuando existe regulación de un producto y dentro de una situación tan inestable, obviamente empieza el desabastecimiento. Las góndolas de los supermercados comienzan a vaciarse, se inicia la escasez y la gente acapara todo lo que puede.

Para intentar frenar el problema, se empieza a racionar la venta de los insumos esenciales y hacerlo no es nada fácil, esto obliga a desviar mucho personal a la tarea y finalmente  de manera inevitable se presta para todo tipo de arbitrariedades, amiguismos y actos de corrupción.

Pero como todos estos productos son tan escasos, solo pocos tienen acceso o corren con la suerte de conseguirlos, muchos ni los necesitan y se forma  un “mercado negro”, que vende informalmente y a precios mucho más altos de los fijados. Así, empieza a existir una inflación “oficial” que según el Banco Central de Venezuela es de 60%, y una inflación “real” que considera los precios del mercado negro, como dije anteriormente ubicada en un 300%. Y bueno en cualquier caso, la inflación empieza a escaparse de las manos.

Es por eso que ahora hasta los huevos se irán de viaje, y quizás no vuelvan en mucho tiempo. No quiero imaginarme la lucha que emprenderán los venezolanos con tal de conseguirlos, y cuidado vienen dañados, aquí no hay derecho a réplica, eso se acabó hace mucho. Hoy amanecimos sin huevos, mañana comienza la campaña y no se sorprendan si empiezan a regalarles insumos o comienzan a aparecer las cosas, todo forma parte de un espejismo. Busquen un calendario, pónganse a contar los días de aquí al 6D, y como dicen los cantos en las gradas de fútbol “¡Pongan huevos!”.

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